Maria
January 16, 2007
BN 1199 3617 DF/MM/MC FIESTA 2007 DIC. 2006
Carta de María
1. ¡Hola, chicos! Les habla Mamá María. Qué bien que podamos pasar juntos este rato hoy.
2. ¿Todos están cómodos? ¿Se sienten bien? Si alguno está enfermo o no se siente bien, o si le duele la cabeza o alguna otra cosa, levante la mano y los demás pueden imponerle las manos y pediremos ayuda a Jesús.
3. Jesús‚ prometiste que si estamos enfermos podemos acudir a ti y nos pondrás mejor. Dijiste que si invocamos el poder de curación de las llaves encontraremos alivio para los dolores, sean pequeños o grandes. Has prometido que eres el Dios que nos sana.
4. Bueno, niños, Jesús quiere que les dé un mensaje importante. ¿Están listos?
5. ¡Él quiere que sepan que pueden dejar huella en el mundo! Él aprecia mucho a cada uno de ustedes. Cuando estaban en el Cielo, el Señor les preguntó si querían venir a la Tierra para realizar una importante misión, y cada uno dijo que sí.
6. Ahora bien‚ pensarán que tienen que esperar hasta que crezcan, o por lo menos hasta ser adolescentes, si quieren hacer cosas grandes para el Señor y dejar huella. Pensarán que hasta que llegue ese momento pueden hacer cosas pequeñas, pero nada del otro mundo. Pues bien‚ hoy les voy a contar algunas historias de niños que hicieron cosas pequeñas, y esas pequeñeces llegaron muy, muy lejos.
7. Ahora bien, cuando digo dejar huella, ¿saben lo que quiero decir? Que son importantes y pueden mejorar el mundo haciendo su parte, si hacen de todo corazón lo que pueden y lo que Jesús les diga.
8. A pesar de su corta edad, ya hacen un trabajo importante para Jesús. ¿Sabían que es muy importante orar, sonreír, cantar y citar versículos?
9. Jesús los hizo de su edad y como son para esta época, porque los necesita tal como son en este momento para la tarea que les quiere asignar ahora. Anímense sabiendo que no hace falta mucho para dejar huella. Pueden transformar la vida de las personas, animarlas, ayudarlas a conocer a Jesús y orar por que se curen.
10. Y todos ustedes hacen eso cuando obedecen lo que el Señor les dice, cuando muestran el amor de Él, cuando testifican, cantan y actúan y muestran a la gente que hay alguien —Jesús— que la ama.
11. ¿Saben que hay personas que no conocen el amor verdadero? Así pues, cuando escuchan que Jesús las ama, les cuesta creerlo, y a veces, no lo aceptan. Pero cuando un niño como ustedes les muestra amor, respeto y consideración, no pueden negar que Jesús las ama.
12. ¿Conocen ese versículo que dice: «Un niño los pastoreará»? Aunque lo que ustedes hagan no signifique cambios grandes, contribuye a la importante misión que nos ha encomendado Jesús de hablar de Él y de Su amor a todo el mundo. No todos escucharán ni todos abrirán el corazón al Señor, pero debemos dar una oportunidad a todos, ¡y eso es una tarea monumental! Por eso‚ necesitamos que todos ustedes ayuden a hacerlo.
13. Así que gracias, niños, por cambiar el mundo corazón a corazón. Ustedes son transformadores del mundo y lo hacen de maravilla, estoy muy orgullosa de ustedes.
14. Pues aquí tienen los relatos de niños como ustedes que hicieron la pequeña parte que podían, como orar, sonreír o testificar por aquí y por allá‚ y el Señor se valió de ellos para cambiar su parte del mundo.
15. El primero trata de un niño llamado José que tenía 10 años. No estaba en la Familia, pero conocía a Jesús y sus padres eran también misioneros y le habían enseñado lo importante que es testificar y hablar a los demás del amor de Jesús.
16. Un día, mientras él y sus hermanas jugaban en el parque, llegaron unos niños a los que no conocían. José y sus hermanas se alegraron de tener nuevos compañeros de juegos, y se pusieron a jugar con ellos y se hicieron amigos. José notó que uno de los niños se había quedado sentado en un banco. Decidió acercarse y sentarse a su lado. José se acordó de los versículos «amarás a tu prójimo como a ti mismo» y «predicad el Evangelio a toda criatura». Sabía que la mejor forma de manifestar amor a una persona es darle el amor de Jesús, y se sintió impulsado a hablarle de Jesús a aquel niño, que se llamaba Julián.
17. Pero José era tímido, como muchos de ustedes. Dar testimonio del Señor sin timidez no era algo que le saliera espontáneamente. Le gustaba hablar y jugar con otros niños, pero a veces era un poco tímido para testificarles.
18. De todos modos, José sabía que era importante hablar con Julián, y tenía una buena oportunidad‚ porque los dos estaban sentados en el mismo banco. José dijo: «¡Hola! Me llamo José. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?» «Yo me llamo Julián»‚ respondió el chico.
19. José dijo: «Qué bien que viniste. Es lindo tener a otros chicos con quienes jugar, y hacerse amigos.»
20. Julián respondió: «Pero a veces los amigos se enojan contigo y ya no te quieren».
21. José sintió que Jesús lo inspiraba a decirle: «Es verdad, pero yo tengo un Amigo que en realidad es mi mejor Amigo… y nunca se enoja conmigo. Siempre está ahí cuando lo necesito y me alegra cuando algo sale mal. Es tan bueno que es muy fácil hablar con Él y se lo puedo contar todo.»
22. Julián dijo: «¡Ojalá tuviese un amigo así! ¿Él no se enoja cuando te equivocas o haces una tontería? ¿Cómo lo puedo conocer? Dices que siempre está ahí... ¿está por aquí?» Julián miró a su alrededor a ver si el Amigo estaba por ahí.
23. José dijo: «Está aquí mismo. En mi corazón. Y también puede ser tu mejor amigo.»
24. Justo en ese momento, el hermano de Julián lo llamó: «Julián‚ ya nos vamos». Poco le faltó a José para dejar para otra ocasión que Julián recibiera a Jesús, pero pensó: «No, esto es importante. Mejor lo hacemos ya.»
25. «Ya vamos, un momento», repuso José dando una voz. «Julián, antes de irte puedes pedir a Jesús que entre en tu corazón. Es solo un momento. ¿Quieres?»
26. «Bueno», respondió Julián.
27. «Repite conmigo esta oración», dijo José: «Jesús, te pido que me perdones las cosas malas que he hecho. Gracias por ser el Hijo de Dios y amarme tanto que moriste por mí para que un día yo vaya al Cielo. Entra en mi corazón y sé siempre mi mejor Amigo.»
28. José estaba muy contento porque había ganado un alma para el Cielo, ¡pero no sabía lo importante que había sido aquello!
29. Al día siguiente, José se fue de viaje con sus papás, así que no pudo ir al parque por una semana. Cuando él y sus hermanas volvieron al parque, vieron a los hermanos de Julián, pero no a Julián. José preguntó por él y se enteró de que estaba muy enfermo en un hospital. Tenía una enfermedad grave y por eso no tenía tantas energías para jugar y se quedaba mucho tiempo sentado descansando.
30. José nunca volvió a ver a Julián en el parque, porque Julián nunca se sintió lo suficientemente bien, y poco después Jesús se llevó a Julián de vuelta al Cielo. Entonces José se alegró mucho de haber tomado la decisión de orar con Julián para que recibiera a Jesús en vez de esperar a otro día. En aquel momento José no lo sabía, pero cuando el Señor le habló al corazón pidiéndole que le hablara de Jesús, había sido una oportunidad única, porque no volvió a ver a Julián.
31. Como un año después, José también se fue a casa con Jesús. Y cuando llegó al Cielo, adivinen quién lo saludó. Pues sí, además de Jesús y otros seres queridos, ¡allí estaba Julián! Muy contento y agradecido de que José hubiera tenido la valentía de superar la timidez y hacerle el regalo de la salvación.
32. Esta es solo una historia entre muchas otras sobre la importancia de obedecer los pequeños avisos que nos da el Señor. A veces no nos damos cuenta de lo importante que es obedecerle enseguida, y que es nuestra última oportunidad de hacer eso especial, de forma que todo salga como Él quiere.
33. Y eso me recuerda otra historia de testificación en un parque. Esta trata de Beto y su hermanito Esteban. A Beto le encantaba testificar, pero algunos días no iba muy bien. Mientras sus papás testificaban a unas personas mayores en el parque, Beto y Esteban trataban de hablar con cuatro o cinco niños de la edad de Beto, pero los amigos de estos no dejaban de llamarlos para que volvieran a jugar. Beto se preguntaba qué pasaría.
34. «Jesús, esto no funciona. ¿Qué pasa?»
35. «¿Me has dejado que te indique quién me necesita más?», le susurró Jesús a Beto.
36. «Pero ya lo intenté con todos los niños de mi edad».
37. «No has hablado con aquel niño», le respondió Jesús, haciendo que Beto se fijara en un niño un poquito mayor que él que jugaba solo en un rincón del parque
38. «Pero es mucho mayor. ¿Cómo le voy a hablar a él?», preguntó Beto.
39. «Él también me necesita, Beto», respondió Jesús. «¿Te animas a intentar?»
40. Beto, con su hermanito siguiéndole, se acercó nervioso hasta el niño más grande. «¡Hola! ¿Cómo es que estás jugando solo?»
41. «Es que mi hermanito está enfermo y siempre vengo aquí con él. Pero es muy aburrido jugar solo», dijo Miguel, sentándose en el bordillo de la acera.
42. «¿Qué tiene?», preguntó Beto.
43. «No sé. No es contagioso‚ pero mi mamá lo llevó al hospital anoche. Tú eres nuevo en el barrio, ¿verdad?», preguntó Miguel, dándose cuenta de que nunca había visto a aquellos niños de rostros felices.
44. «Sí, mi hermano y yo estamos hoy aquí con nuestros papás. ¿Estás preocupado por tu hermanito?», preguntó Beto.
45. «Un poco. No sé qué hacer.»
46. Beto entendía la mirada de Miguel. Tenía cuatro hermanos y cada vez que uno se enfermaba o tenía un accidente, quería hacer algo por ayudar, pero normalmente no sabía qué hacer. Sin embargo‚ después se acordó de que había algo que podía hacer, y quizás podía enseñarle a Miguel que él también podía hacerlo.
47. «Yo sé cómo te sientes. Tengo cuatro hermanos y cuando uno se enferma o se hace daño, me parece que tengo que hacer algo para ayudar.»
48. «Sí, ahora me siento muy inútil», dijo Miguel.
49. Beto dijo: «Mis papás me han enseñado que hay Alguien que puede ayudar. Puede ayudarte a hacer algo por tu hermano.»
50. «¿De verdad? ¿Cómo?» Miguel se incorporó, interesado en lo que podía hacer.
51. «Primero‚ tienes que pedir a Alguien que entre en tu corazón, y después te puedo enseñar cómo te puede ayudar, y ayudar también a tu hermano.»
52. «Bueno, ¿cómo lo hago?», preguntó Miguel ansioso.
53. Beto respondió: «Repite conmigo esta oración.»
54. Después de que Beto había guiado a Miguel en la oración de salvación, se alegró mucho sabiendo que había hecho algo importante. No solo que Miguel recibiera a Jesús en su corazón‚ sino que ahora Miguel iba a poder ayudar a su hermanito pidiéndole que lo sanara.
55. Como ven, no es tan difícil influir en la vida de los demás. Los hace felices y sirve para que ayuden también a otros.
56. Otra historia. Esta es de un niño que se llamaba Rafa. Tenía 8 ó 9 años cuando pasó esto. No tenía papá, porque este se había ido cuando él era muy pequeño. Tenía muchas ganas de tener un papá, y a veces pedía a Jesús que le enviara uno. Y Jesús le decía: «Ora por los papás». Al principio‚ Rafa pensó que eso quería decir que orara para que apareciera alguien que fuera su papá.
57. Un día, un vendedor ambulante llamó a la puerta y quiso demostrarle cómo funcionaba una nueva aspiradora. Rafa habló con el vendedor por unos minutos, y aunque el vendedor no era su papá, era un papá de todos modos‚ y a Rafa le gustó conversar con él. A partir de ese momento, Jesús le dijo a Rafa que hablara con todos los papás que pudiera y procurara animarlos. Rafa les decía: «Dios te ama», o «Jesús te ama».
58. Cuando Rafa les decía eso, se alegraban mucho de que un niño les dijera algo así. Un hombre le dijo: «Nunca me habían dicho nada tan bonito».
59. Un día, un señor mostró a Rafa una foto de su hijito, que estaba enfermo. Jesús le dijo a Rafa que orara por el niño. Así que Rafa dijo a ese señor: «No se preocupe‚ que Jesús lo puede sanar todo. Lo dice la Biblia.» Rafa oró‚ y el hombre agradeció tanto la oración y las palabras de ánimo que se puso a llorar y dijo: «Veo que la oración es importante. Voy a empezar a rezar más.»
60. Rafa se dio cuenta de que aunque no eran cosas muy importantes —decir «Dios te ama», o «Jesús te ama», o hacer una pequeña oración—, tenían mucho efecto en la vida de las personas. Algunos ni se habían dado cuenta de que Dios los amaba hasta que Rafa se lo dijo.
61. Y así empezó el trabajo de Rafa de orar por los papás. Ahora él ora por todos los papás que encuentra y entiende lo que quiso decir el Señor cuando le dijo aquello de «ora por los papás». A veces, ora por ellos cuando están con él, como hizo con el del niño enfermo. Otras veces ora por ellos solo en su casa.
62. Ahora dice a las personas: «Dios lo ama», y «Estoy orando por usted». Pero el Señor le dijo que solo lo dijera si realmente pensaba hacerlo. Por eso, tiene una lista de los papás que va conociendo por los que quiere orar. ¿No les parece una buena idea? Quizás a ustedes también les interese hacer eso por las personas por las que oran.
63. Y aunque Rafa no tenga un papá que viva con él, tiene muy buenos amigos que son como papás y hacen cosas con él. No está triste, porque tiene muchos papás por los que orar y con quienes hablar. Y más que nada, Jesús está orgulloso de él por ser un soldadito de la oración y ayudar a tantas personas.
64. Como ven, el Señor quiere animarlos a todos haciéndoles ver que pueden hacer mucho para dar Su amor a los demás. Aunque sean tímidos, aunque no salgan mucho, pueden decir cosas amables a los hermanos de su Hogar. Pueden sonreír y animar a los demás diciéndoles cosas tan sencillas como «Jesús te ama», «Te quiero mucho», «Qué sonrisa tan linda» o «Qué rica te salió la comida».
65. Otra cosa que pueden hacer es orar. No hace falta que sean mayores, ni que tengan mucha experiencia o talento. ¡Con un poco de amor y con la eficacia de la oración‚ pueden cambiar muchas vidas y situaciones!
66. Aquí tienen otra historia de lo mismo. Había una niña que se llamaba Katia. Vivía en una finca en el campo. Su padre era un agricultor y necesitaba ayuda en la finca. Entonces contrató a un empleado que se llamaba Jorge. A Katia no le gustaba Jorge. Era un hombre con muy mal genio, le faltaba al respeto al papá de Katia y ella le tenía un poco de miedo.
67. Su papá le dijo: «Mi vida, no te preocupes. Jorge no tiene una familia cariñosa como tú y necesita que Dios le muestre Su amor. ¿Y saben lo que hizo Katia? Empezó a orar por Jorge. El Señor le dijo que fuera a una colina cerca de la casa y se arrodillara para que se viera que estaba rezando‚ y que pidiera por Jorge. Desde donde Jorge y el papá trabajaban en los campos‚ veían a Katia orando en la colina. Y todos los días, Katia iba a la colina y oraba un rato por Jorge.
68. Otra cosa que le dijo el Señor a Katia fue que fuera muy considerada con Jorge. Por ejemplo‚ que cuando él y su papá estaban trabajando en el campo les llevara a veces un vaso de agua fría o algo de comer.
69. Por un tiempo‚ Jorge no cambió nada ni se volvió más amable. Pero un día‚ cuando Katia estaba en la colina orando, Jorge se acercó y le preguntó: «¿Puedo hablar contigo un momento?»
70. «Claro»‚ respondió Katia.
71. «Katia, he hecho muchas cosas malas y quiero cambiar. Mis papás fallecieron cuando yo era chico. Debía de haber pedido a Jesús que entrara en mi vida, pero en vez de eso pensé que Él no me quería y que tampoco nadie me quería. Sé que estuvo mal, pero me enojé con Jesús y con casi toda la gente.
72. »Al ver lo felices que son tú y tu familia, debía haber querido tener esa felicidad, pero en vez de eso decidí hacerles daño a ti y a tu familia. Pensé en quemarles casa, porque estaba muy enojado con Dios. Pero cada vez que pensaba en hacer eso, te veía de rodillas aquí en la colina rezando. Me acordaba de las veces que me llevabas agua o algo de comer‚ y entonces no podía hacerles ningún daño a ti o a tus padres. Estoy muy arrepentido de enojarme tanto y quererles hacer daño. ¿Me perdonas?»
73. «Sí, claro, Jorge, y Jesús también te perdonará. Podemos pedírselo ahora mismo. Puedes repetir lo que yo vaya diciendo: "Jesús, perdóname por ser malo, enojarme y querer hacer daño. Entra en mi corazón y límpiame de mis pecados, y conviérteme en otra persona. Ayúdame a amarte y amar a los demás. Amén."»
74. Después de que Jorge recibió a Jesús, cambió mucho, se volvió muy alegre y cariñoso y quería ayudar a los demás en vez de hacerles daño.
75. Katia y su familia se pusieron muy contentos, y Jorge empezó a visitarles y a cenar con ellos, y se volvió parte de la familia.
76. ¿Se imaginan qué pena si Jorge hubiera quemado la casa, o no hubiera cambiado y hubiera seguido viviendo enojado y triste el resto de su vida? El Señor se valió de las oraciones de Katia y de sus gestos de amor para cambiar el corazón de Jorge con un gran milagro.
77. A veces, pensamos en milagros como el de Jesús cuando dio de comer a cinco mil personas, o cuando resucitaba a los muertos, o cuando alguien se sana de una enfermedad grave‚ y pensamos que esos son los milagros más grandes. Pero en realidad, el milagro más grande se da cuando Jesús salva a una persona, rescata su vida y esa persona cambia mucho, porque eso durará para siempre. ¡Eso hace que todos los ángeles del Cielo canten y griten de alegría y quieran celebrarlo!
78. ¡Y ustedes, chicos‚ ayudan a Jesús a hacer el milagro con su amor y sus oraciones! Por eso, los necesita, para que vayan a hablar de Él y den a las personas una oportunidad de creer.
79. Ahora‚ les voy a contar una historia de una niña que sonreía mucho. Se llamaba Teresa.
80. Teresa se enfermó y tuvo que ir al hospital. Teresa amaba mucho a Jesús y conocía muchas historias de la Biblia y sabía muchos versículos. Tuvo que quedarse internada mucho tiempo pero, ¿saben una cosa? Jesús hizo algo muy lindo por ella. Iba al hospital en que estaba Teresa y se sentaba en la silla al lado de su cama. Se ponía a conversar con ella y le contaba historias, y la animaba a aguantar y ser valiente. Le decía muchas cosas lindas del Cielo.
81. Un día, mientras Jesús hablaba con Teresa, le dijo: «Cariño, sigue sonriendo y hablando de Mí a los demás; háblales a los médicos y las enfermeras, y a todas las personas que veas. ¿Me harás ese favor?»
82. Teresa dijo a Jesús que desde luego quería hacer eso por Él, porque lo quería mucho. Así pues, aunque era difícil quedarse tanto tiempo allí sin poder salir a jugar, o a testificar o hacer lo mismo que los otros niños, siguió sonriendo y decía a todas las personas que veía que amaba a Jesús y lo tenía en su corazón, y que ellas también podían amarlo.
83. Al poco tiempo la empezaron a llamar: «La niña que sonríe y que ama a Jesús». Teresa tuvo mucha influencia en el hospital, porque gracias a ella y a sus sonrisas, muchos empezaron a pensar más en Jesús, y con el tiempo llegaron a conocerlo y salvarse.
84. Chicos, no tienen idea de lo lejos que puede llegar su amor. El amor se multiplica y cada vez se vuelve más fuerte y arrollador, hasta que se convierte en un estallido eterno de almas salvadas. En este caso, eso fue el resultado de las sonrisas de una niña. Nunca se puede saber lo que puede hacer una sonrisa. Por eso deben sonreír a tantas personas como puedan y tanto como puedan. Así pueden dejar huella, como Teresa.
85. Y no se olviden de decir por qué sonríen, porque tienen a Jesús en el corazón y los hace felices.
86. Aquí tienen otra historia. Trata de un ángel en una caja y una niña que se llamaba Katrina.
87. Katrina vivía en Rusia en una época muy difícil. La gente no tenía mucho que comer. Katrina tenía solo siete años, cuando sucedió un milagro en su vida.
88. Katrina y su familia eran cristianos‚ y a mucha gente en Rusia no le gustaban los cristianos. Había hombres malos que entraban a la casa de Katrina buscando comida, y cuando la encontraban se la llevaban. Jesús siempre proveía para Katrina y sus papás.
89. Una Navidad, Jesús les había dado papas y remolachas, y mucha carne buena. Katrina y sus padres iban a dar un poco de todo ello a otros vecinos de su aldea. Sin embargo, los malos se enteraron de que la familia de Katrina tenía esa comida, y al poco rato estaban golpeando furiosamente a la puerta exigiendo que les abrieran para dársela.
90. El papá de Katrina tenía un cajón de madera en el que había guardado la comida. No tenían refrigeradora como tenemos la mayoría, pero en la casa hacía tanto frío que los alimentos nunca se echaban a perder. El cajón en que el padre de Katrina había guardado la comida era además el asiento que usaba ella cuando comía. Así pues, cuando sintió los golpes a la puerta, Katrina se dio cuenta de que los alimentos que Jesús había dado para ellos tan milagrosamente se los podían llevar aquellos hombres malos. Adivinen lo que hizo.
91. Se puso a orar mucho: «Jesús‚ necesitamos mucho esa comida. No dejes que se la lleven los malos.» Entonces, la vocecita de Jesús le dijo en su interior que se subiera a la caja y extendiera lo más posible la amplia falda que llevaba puesta, y le abrigaba las piernas en invierno, sobre el cajón y no se moviera; que se quedara sentada encima. Cuando entraron a la habitación, Katrina quería mirarlos fijamente y mostrarles su disgusto porque habían ido a quitarles la comida. Pero la tierna voz de Jesús le dijo: «Sonríe, pequeña. Mírales directamente a los ojos y sonríe.» Katrina no tenía nada de ganas, pero obedeció.
92. Uno de los hombres se quedó en la habitación mientras los otros se metían por las habitaciones buscando la comida. Katrina no dejaba de sonreírle y mirarle a los ojos. Cuando Katrina le sonrió, se puso nervioso, y procuraba evitar su mirada. Pero igual volvía a mirarla; no podía evitarlo. Cuanto más la miraba‚ más nervioso se ponía, hasta que finalmente llamó a los otros y les dijo que no se preocuparan por la comida, y se fueran rápido.
93. Katrina y sus papás se alegraron mucho de que Jesús respondiera a sus fervorosas oraciones, y la cena de Navidad fue la mejor que tuvieron en mucho tiempo. ¡Gracias, Jesús! ¡Qué milagro!
94. Ni Katrina ni sus papás supieron hasta mucho después por qué los hombres dejaron de golpe de buscar la comida y se fueron. Pasaron muchos años hasta que el hombre que los mandaba volvió a la casa de Katrina y les contó a sus papás lo que había pasado. ¿Quieren saber qué pasó?
95. Esto fue lo que le dijo al padre de Katrina: «Cuando entramos aquella noche en su casa, vi a su niña sentada en un cajón de madera. Me sorprendió que me sonriera, pero me quedé todavía más sorprendido cuando al volver a mirarla, vi que tenía un par de alas en la espalda. Cuanto más la miraba, más veía el ángel en el cajón. Pensé que me estaba volviendo loco‚ pero no podía evitar mirar al ángel, hasta que al final, ordené a mis hombres que salieran de la casa. Pasé muchos años pensando en aquel ángel sobre el cajón, y al final no tuve más remedio que venir a pedirles perdón.»
96. El papá de Katrina perdonó al hombre y le habló sobre Jesús. El hombre recibió a Jesús en su corazón y dedicó la vida a hablar del Señor a los demás y contarles que un ángel había salvado una cena navideña en respuesta a las oraciones de una niña, y además lo había salvado a él muchos años después.
97. ¿Verdad que es una historia muy emocionante de cómo una niña hizo un cambio muy grande porque oró e hizo lo que le dijo Jesús? Piensen en las cosas tan increíbles que se lograron: la niña y sus padres tuvieron una rica cena de Navidad, pudieron dar comida a otras personas de su aldea y el hombre se quedó tan sorprendido por el milagro del ángel que nunca lo olvidó‚ y con el tiempo volvió allí y se salvó. Katrina tuvo mucha influencia porque hizo lo que Jesús le había dicho.
98. Así pues, niños, nunca se sientan desanimados por las cosas pequeñas que pueden hacer. Aunque no siempre vean resultados grandes y espectaculares, eso no significa que no tengan una influencia. Con muchas de las cosas que hacemos nunca veremos el bien que logran hasta que lleguemos al Cielo. Pero en el Cielo, cuando el Señor encienda la gran TV celestial y veamos toda nuestra vida y cómo afectaron a los demás nuestras acciones y nuestra obediencia, nos alegraremos mucho de las veces que fuimos amorosos y obedientes. ¡Y habrá muchas otras personas que serán felices y lo agradecerán!
99. No podemos ser perfectos, y todos a veces hacemos cosas que están mal, o somos egoístas o tímidos. Pero algo que podemos hacer es decirle a Jesús que queremos hacer cambios, queremos hacer algo por Él, y preguntarle qué podemos hacer en cada situación para mejorarla. Si lo hacen, ¡no podrán tener una influencia más grande!
100. Y ahora viene algo diferente. No es una historia, sino un testimonio de Becky, una niña de la Familia —una niña muy parecida a ustedes—, que quiero contarles. Becky quiere explicarles cómo hace para cambiar el mundo.
101. Hola, soy Becky. No me preocupa ser pequeña. «Con Dios lo poco es mucho.» Tengo a Dios en mi corazón. ¿Verdad que es curiosa la forma en que trabaja Él? Muchas veces se vale de personas insignificantes para que hagan grandes cosas para Él. Yo sé que Dios se vale de mí si le obedezco. En ese momento‚ no me parece tan importante, pero después descubro que tuvo mucho efecto.
102. Toda la vida me hablaron de Jesús, que iba por todas partes haciendo el bien y dando amor a la gente. Me enseñaron a ser amable‚ a pensar en los demás y ser afectuosa con todos. Me gusta hacerlo. Cuando soy cariñosa, cuando sonrío o digo algo amable, o doy un abrazo, se les ilumina la cara a los demás y luego tienen mucha amabilidad y simpatía. Yo salgo a testificar con mi papá, y cuando nos encontramos con alguien, mi papá le da un apretón de manos y me presenta a mí, y yo pongo una gran sonrisa para que esa persona vea cuánto la ama el Señor.
103. Mi vida es normal, no tiene nada de particular; todos los hermanos del Hogar hacen lo mismo que yo cuando salen. Seguramente es lo mismo que hacen ustedes. ¿Verdad que es lindo lo amables que se vuelven los demás cuando se les sonríe? Primero, entras en la tienda y están sentados detrás del mostrador mirando un papel con el ceño fruncido y una cara muy larga. Así lo describe mi papá. Creo que porque están todos apagados y sobrecargados como si llevaran una carga tremenda encima. Mi papá dice: «Hasta que no les mostramos el amor de Dios, son una carga para todo el mundo. En cuanto logramos que sonrían y reciban a Jesús, dejan de ser una carga y empiezan a ayudar a otros».
104. Por eso los trato con mucho amor sonriendo y dándoles la mano‚ o si puedo, los abrazo. Yo ayudo mucho con la testificación y la distribución‚ porque cuando salgo, la gente cambia y se le ilumina la cara. Muestro las cintas y la revista Conéctate‚ y los pongo a leerlas y los ayudo a entender lo que significan. Después, contribuyen con algo a nuestra obra y vendemos muchas de nuestras producciones.
105. Mi papá dice que soy una resplandeciente en nuestra zona; en realidad, el resplandeciente es él‚ pero lo dice porque le ayudo y trato con mucha simpatía a la gente. No soy más que una niña y no sé muy bien explicar las canciones de los CD. Cuando hablo con la gente, no me parece nada del otro mundo, es como si hablara en casa con los demás niños.
106. Mi papá dice que si soy afectuosa con la gente y sonrío, da igual lo que diga o que me parezca tonto. Si salgo de mí misma y pienso en los demás, todo lo que la gente ve es a Jesús resplandeciendo en mí.
107. Jesús dice que Él hablará por mi boca a las personas a la que testificamos. Aunque a mí no me parece importante, dice que se valdrá de eso para decirle a la gente lo que necesita saber. Dice que puede transformarle la vida con lo que yo diga. Algunas veces canto una canción. Otras recito un versículo que me haya memorizado. Dice Jesús que tanto si el versículo es sobre la fe, o sobre nuestra misión, o del Tiempo del Fin, puede ser la clave para llegar al corazón de esa persona, y si estoy dispuesta a decir lo que me viene, se pueden salvar muchas almas.
108. Uno de los versículos que he aprendido es: «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuvieres amor los unos por los otros». Así que doy buen ejemplo de discípula de Jesús al manifestar amor a las personas a las que testifica mi papá.
109. A veces no tengo ganas de dar buen ejemplo. Hay veces en que quiero quedarme en casa a jugar, o ir al parque‚ pero sé que puedo alegrar a Jesús dando alegría a otros. Sé que a Él le gusta que testifiquemos. Me alegra hacerlo feliz. Supongo que se puede jugar en cualquier momento, pero cuando hay una persona que no tiene a Jesús y lo está pasando mal‚ me alegra poder ayudarla para que lo reciba. Quizás será la única vez que la veamos.
110. Es como cuando Jesús habló de la oveja que se perdió en la tormenta. El pastor podía haberse quedado tranquilamente en su casa a salvo y sin mojarse en vez de ir a buscar a la oveja perdida. Jesús hace lo mismo por todas las ovejas perdidas del mundo. Son muchísimas, y si estoy dispuesta se vale de mí.
111. Yo hago feliz a Jesús obedeciéndole y testificando, aunque no tenga ganas. A veces me parece que no tiene mucha importancia, o que otra persona podría testificar mucho mejor que yo. Pero Él se puede valer de mí si le dejo. Me dijo que les dijera esto: «Jesús puede valerse de mí, y también de ustedes».
112. ¿Y saben otra cosa? Esas personas a las que hacen felices harán sonreír a otras, y propagarán la felicidad a otras‚ hasta que quizás ya no queden ovejas perdidas en ninguna parte del mundo.
113. Jesús dice que todas las cosas que hacemos por los demás influye en la vida de las personas, y todo eso es parte de traer el Cielo a la Tierra.
114. Dice Mi papá que con un poco de cariño podemos ser muy útiles ganando almas e inspirando a las personas a entregar su vida a Jesús; podemos ayudarles a abrir el corazón a Jesús dando buen ejemplo y pensando en los demás. Podemos pensar en lo que podemos decirles para animarlas y darles esperanza. A veces quizás no tengas ganas de salir a testificar. Pero si lo haces porque amas a Jesús y quieres que la gente oiga hablar de Él, se manifestará a través de ti.
115. Me muero por volver a salir a testificar. ¡Espero que podamos ganar muchas almas! Si no pueden salir a testificar hoy, o no pueden hacerlo por mucho tiempo‚ pueden orar por las personas que están afuera testificando. ¡Jesús dice que da igual lo pequeño que seas! «Tus oraciones fervientes pueden obrar grandes cosas». Oren, testifiquen, den amor y den buen ejemplo de Jesús. ¡Los quiero mucho! ¡Hasta pronto!
116. ¿No les pareció genial escuchar lo que dice Becky? ¿Quieren pedirle a Jesús que les ayude a dejar huella?
117. Jesús, te ruego que des a cada uno de Tus niños la fe y la convicción para hacer también grandes cosas para Ti‚ dejar huella obedeciendo y dando Tu amor a los demás. Puedes enseñarles a reconocer las oportunidades de atender una necesidad diferente. Muchas veces es una necesidad que solo ellos pueden atender, porque nuestros niños valen mucho y no hay nadie más en el mundo que pueda cumplir la misión que les has encargado. Invoco las llaves de los ojos espirituales para ellos, para que vean la necesidad que Tú ves y sepan atenderla.
118. Estamos muy agradecidos por ellos‚ Jesús. Gracias por darnos unos amigos tan magníficos‚ y por hacer que nuestros niños sean ayudantes, testificadores y animadores tan geniales. Los necesitamos mucho, y te alabo y te doy las gracias por ellos. Gracias por lo mucho que ya hacen por nosotros‚ y por todo lo que harán más adelante por Ti. Me imagino la cantidad de almas que correrán hacia ellos cuando pasen por las puertas de la Ciudad Celestial… Habrá muchísima gente agradecida por el amor Tuyo que ellos les manifestaron. Te ruego que los fortalezcas y ayudes a crecer fuertes para Ti, fuertes en Tu Palabra y en Tu amor.
119. Mis encantadores niños, los quiero mucho. Peter también les manda mucho cariño. Ojalá pudiéramos verlos a todos y estar ahí con ustedes, y darles montones de abrazos y besos. ¡Cierren los ojos y nos verán a mí y a Peter lanzándoles besos! (Mamá les lanza besos volados.) Ahora dennos ustedes besos volados. ¡Qué rico! ¡Qué besos tan lindos! Los quiero mucho y estoy muy orgullosa de ustedes. Y algo mejor todavía: ¡Jesús está muy orgulloso de ustedes! Gracias por ser tan geniales. ¡Los quiero mucho! Hasta la vista.
© La Familia Internacional, 2006